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Mostrando entradas de septiembre, 2010

El ancla que se perdió un 30 de septiembre.

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El primogénito de los ya ancianos reyes de Troya, Príamo y Hécuba, fue llamado Héctor y sobre él, ya hombre fue descargado el mayor peso en la defensa de la ciudad. De allí que este nombre significa "el que sostiene fuertemente", "el que retiene" y de ahí el significado de "ancla" que le han dado algunos estudiosos. Esta simbología se ajusta perfectamente a un personaje que compartió durante cuarenta dos años mi vida y la de los míos conformando un amor fraterno y tumultuoso para el cual ni él ni nosotros estábamos preparados. Héctor Luis se llamaba, quien con la alharaca propia de los varones le dio incontables sobresaltos a mi madre desde su concepción hasta que concedió ante una corta pero mortífera enfermedad. Es por ello que hoy, a ocho años de distancia quiero por fin hablar de él, de su vida, de sus anhelos, de sus logros. El primer recuerdo de mi hermano no es su nacimiento, a pesar de los cinco años que nos separaban, por el contrario la imagen

Camarón que se duerme...toman decisiones por él.

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Tenemos toda una vida confiando en que las cosas mejorarán. Ello forma parte constitutiva del ser humano. Y llegado el caso del venezolano, la esperanza viene aderezada con el refranero nacional. Este momento no es la excepción, porque a pesar de las circunstancias pensamos que las cosas pueden y van a mejorar. Así decimos: No hay mal ... Precisamente este refrán en su sabiduría expresa claramente nuestra situación, debido a que amalgama la esperanza y la impotencia del ser humano ante la calamidad caída del cielo. Esta postura lleva adicionada la apatía e indiferencia que ha caracterizado en estos últimos años a parte de nuestra población. Paradójicamente, en un país en donde impera el juego de azar, en lo político y en lo social queremos ganar la lotería sin jugar. Hablamos y hablamos de los necesarios cambios que deben ser emprendidos, de las decisiones a tomar, de los que debe hacer una u otra tolda política, de lo que debe hacer el vecino, el amigo, la familia. Poco o nunca refl

Celebrando los cincuenta y cinco.

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Se dice muy fácil y hasta es posible preguntar que se celebra en este caso: más arrugas, más kilos, más achaques. Sin embargo, en esa circunstancia cada surco representa un recuerdo que se apila en el alma, donde conviven la felicidad perdida, la encontrada y hasta la reencontrada. Allí, las imágenes de seres queridos gravitan no asumiendo distancia entre la presencia y la ausencia y los recuerdos se instalan como referentes del hacer y el decir. ¿Por qué este momento se vuelve trascendente en mi caso? Una larga carrera de más de treinta años en pos de la formación de una familia y la consolidación profesional han señalado un camino recto y sin atajos para mí. Todo ello, tejió distancia entre amores, calores, amigos y, es solo ahora, que comienzo a destejer la trama. Urdimbre que no fue impenetrable y a la que accedieron mis hijas y mi nieta, mi hogar y mi trabajo pero que gobernaba mis días, mis noches y mis madrugadas. Es por esta razón que hoy al celebrar mis cincuenta y cinco, ce