A MIS AMIGOS SOCIÓLOGOS Y A LOS EDUCADORES...Reflexión para la Educación que vale la pena.

Muchas son las ocasiones que un colega académico y yo hemos discutido con gran preocupación, nuestra realidad como formadores de formadores en la UNA. Muchas son las veces que desesperanzados, a veces, hemos buscado salidas creativas a la debilitada formación que traen nuestros estudiantes al incorporarse en el sistema de educación universitaria, la apatía con la que enfrentan eso que en los sistemas de Educación a Distancia llamamos autoformación y, aún más, la ausencia de compromiso en los estudiantes que los lleva a asumir, en algunos casos posturas poco éticas. 
Fruto de algunas de esas tertulias, mi amigo envía el presente artículo de Rigoberto Lanz, quien con su afilada pluma, pone el acento en la necesidad de no abandonar la lucha por una mejor educación y mucho menos caer en la mediocridad; todo ello, en el marco del día del sociologo. 
Sirva esta referencia que hago de este documento como oportunidad de compartir las palabras del profesor Lanz enviadas por mi apreciado amigo, el sociologo Hernán Puerta, a fin de aseverar mi compromiso no con "esa sociología que vale la pena" a la que convoca Rigoberto, sino con ESA EDUCACIÓN QUE VALE LA PENA. 


LA SOCIOLOGÍA QUE VIENE
                                           Rigoberto Lanz Rodríguez. EL NACIONAL. Dom. 12 Feb. 2012.

“Mi perspectiva consiste en hacer transitar
a las ciencias humanas y a las ciencias sociales
de los paradigmas cientistas hacia los paradigmas ético-estéticos”-
FÉLIX GUATTARI: Chaosmose, p. 24


   Por estos días muchos amigos se han empeñado en realizar actividades (foros, seminarios, encuentros) a propósito del “Día del Sociólogo”. Son variados los lugares donde me hubiese gustado compartir (incluidos los colegas de Barinas que tienen una programación muy animada) Vayan estas notas como testimonio solidario para tantas amigas y amigos que se esfuerzan día a día por salir del tremedal y colocar su talento en sintonía con los dilemas trascendentes de este tiempo histórico.
   Los desafíos son muchos y los problemas abundan. Padecemos el mismo síndrome de la universidad reseca: formación precaria de los enseñantes, ambientes rutinarios que rayan en el hastío, ausencia de vitalidad intelectual para encarar los grandes debates, resignación a los oficios profesionales tan aburridos como inocuos. Normalmente desde allí es poco lo que puede esperarse. Algún estremecimiento ha de ocurrir para sacudir esta pereza intelectual tan acomodada a la decadencia de casi todo.
   Por fuera soplan otros vientos que pueden resonar en aquellos núcleos críticos que persisten en todos lados. Hay gente pensando, resistiendo, experimentando, empujando la carreta. El núcleo duro de la crisis epistémica de esta civilización en tránsito está siendo pensado por gladiadores de la reflexión como Edgar Morin, Michel Maffesoli, Alain Touraine. ¿Por qué no estamos a la altura de esta agenda en cada rincón del mundo? Pensadores como Immanuel Wallerstein, Pablo González Casanova, Martín Hopenhayn, Roberto Follari y tantos otros y otras han marcado la pauta de las grandes preguntas de este tiempo en América Latina. ¿Por qué el mundo académico permanece al margen de estas búsquedas con tanta negligencia?
   En Venezuela se desarrolla de la misma manera una lucha tesonera por elevar el debate y propiciar el encuentro en torno a los grandes desafíos teóricos de esta coyuntura. Es amplia la lista de investigadores e investigadoras que no se resignan a la mediocridad imperante, al aldeanismo intelectual que trivializa todo, al empirismo que termina remplazando los grandes vacíos de una reflexión trascendente en medio de la crisis. Colegas de esta talla están esparcidos en varias tribus intelectuales colocando su contribución al servicio de una recomprensión del presente, de un diálogo competente con las redes mundiales de intelectuales de primera línea, de una apuesta fuerte por el conocimiento de nuestra realidad que se muestra siempre esquiva y sorprendente. ¿Por qué no vibra nuestro mundo académico con las reflexiones de punta que tantos colegas están formulando? Pregunta inquietante si añadimos el pobre desempeño profesional que ha de esperarse de promociones salidas de aquellas fábricas de títulos, con un mercado ocupacional errático y un gremialismo decimonónico. ¿Qué culpa tienen los jóvenes sociólogos de estos extravíos?
   Pero no es para achicopalarse. Mire usted el portento de investigación que nos legó el colega Pierre Bourdieu (La Miseria del Mundo) ¿Por qué no hacen algo parecido los colegas que tanto gustan del trabajo de campo? Según su sensibilidad y experticia se abren diferentes campos para poner a prueba la creatividad y el rigor intelectuales. Otro Oficio del Sociólogo está por escribirse. No se cruce de brazos. ¿Qué está esperando? ¿Que venga Max Weber a cantarle la cartilla? Una sociología orgiástica (Maffesoli) anda por allí licuando las viejas solideces. Una sociología vagabunda se enfrenta a los rituales de los contadores de pobres. No se deje enredar por los cantos disciplinarios de una ingeniería social tan “útil” como vacua. No caiga en la tentación mercantil-instrumental de hacerse pasar por “publicista” para cumplir con el ritual del “ascenso social”.
   La sociología no se estudia para conseguir trabajo. Tampoco para ser “útil a la patria”. Uno estudia por el placer del pensamiento, por las meras ideas (Miguel Ron Pedrique), por la pasión del texto, por la obsesión de preguntar. Esa es la sociología que vale la pena.

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