FIN DE LA SOLEDAD Y DEL ANONIMATO II.- NUEVAS GENERACIONES Y LA WEB

Para la configuración del yo de postrimerías de siglo XX y comienzos del XXI ocurre una transformación en el transito del ser humano en donde es innegable la potencia de lo social y su influencia en la idea de humanidad. Sin embargo, ámbitos como la religión o la psicología persisten aún en recluir al ser humano en sí mismo poniendo distancia al ubicar el yo en el alma, a modo de factor intrapersonal distante a lo social. Igualmente la psicología ubica al yo dentro de la mente humana.
A pesar de ello lo relacional se impone paulatinamente normando la conducta humana a partir de la necesidad de no obviar la influencia del entorno social que bulle alrededor del ser. De esta suerte el abrumador desarrollo de la ciencia y la tecnología ocurrido entre los años 1940 y 1980 suscita cambios sustanciales en la vida humana conspirando así para que la soledad del yo se vea minada a partir del desarrollo exponencial del conocimiento que impacta la relación yo-entorno, transformándola.
Ciencias como la psicología, la sociología y otras, presentan novedosos enfoques que dan cabida a nuevas interpretaciones con respecto a la relación ser humano-contexto social. De manera que las neurociencias desde proposiciones como las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional o el cerebro triuno, indican la presencia de nuevos agenciamientos en cuanto a las relaciones sociales, la permeabilidad del pensamiento la emergencia de nuevos apegos.
En ese contexto, la urbanización, la invención y la industrialización modifican sustancialmente las instituciones sociales obligando al ser humano a relacionarse con el otro. Pasan así a formar parte fundamental de la cotidianidad el automóvil, la televisión, la computadora, el internet e infinidad de artefactos y herramientas, siendo generadas nuevas formas espaciales y temporales que norman las prácticas y relaciones. Es por ello que el yo del nuevo milenio se enfrenta a la fuerza social de lo visible.
Dentro de ese contexto social y tecnológico emerge una nueva generación joven que se nutre de códigos distintos a los de las anteriores, donde el yo se encuentra en permanente afirmación a partir de las relaciones sociales que construye. De allí que para los jóvenes la soledad tenga otra connotación, no la conozcan, ni la vivan. Se presenta común ver a jóvenes jugando ante sus ordenadores aparentemente en solitario, que comparten una misma experiencia lúdica, musical o social on-line con otros jóvenes. Ello demuestra que nuestra forma adulta de usar la tecnología no tiene nada que ver con las incontables formas que poseen lo jóvenes para ver y ser vistos, para comunicar y recibir información.
De hecho el problema de la juventud no es la soledad sino el aburrimiento. En épocas anteriores el hastío y la soledad se encontraban estrechamente relacionados. Hoy la situación es otra, un joven puede estar rodeado de amigos, en el cine, en una disco o en la calle y a pesar de ello, expresar su desaliento ante lo aburrido de la situación. Pareciera que los herederos más avanzados de la era televisiva e informática no saben lidiar con la soledad y la adornan con compañías intrascendentes e intercambios vacios que claramente no resuelven el hastío y mucho menos permiten la construcción de lazos afectivos.
En este contexto vemos surgir la era de la red social. Bocado creado a pedir de boca de estas generaciones que requieren relegar el sentimiento de soledad disfrazando relaciones y sentimientos en pos de una popularidad que no tiene que ver con la aceptación sino con la visibilidad. Es decir, no pretenden ser aceptados, por el contrario buscan impactar, provocar y hasta agredir con el fin de ser notados. El deseo del yo nuevo milenio- estar aquí-ser visto.
Ante esa tecnología que coloca a la persona de cara a los otros, la juventud y la no-juventud se apuntan para superar la invisibilidad y el anonimato en los cuales ha estado sumido el yo por milenios. Así, los nuevos medios constituyen transiciones profundas en nuestra forma de estar en el mundo y de aprehenderlo como lo señala MacLuhan al decir: En la era eléctrica pues los medios representan un paso más de la extensión de nuestra conciencia al mundo del ordenador y la pantalla es un escenario de nuestra interioridad y no solo un objeto plano.
Este software en el cual se basan las llamadas redes sociales posee su sustento en la teoría de los seis grados de separación, propuesta en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy. Este es un concepto que se basa en la idea que todos los habitantes del planeta nos encontramos interconectados a través de no más de seis personas. A partir de ese planteamiento se crean cadenas de enlaces entre personas conocidas, que crecerá exponencialmente a partir de las relaciones en cadena.
Sobre la base de esta teoría se fundan sitios como Facebook, H5, Twitter, My space y otros que permiten que la soledad no se materialice y que el demonio quede aparentemente exorcizado con la apertura de un mundo ideal, que se presenta al mismo tiempo distante y cercano. No es extraño entonces, la gran acogida que estas redes tienen en el ser humano, pues se constituyen en oportunidad para la amistad, el reencuentro y la cercanía afectiva, pero también es escenario para la apariencia y el disfraz.
En definitiva, la tecnología ha permitido una nueva perspectiva de la humanidad, en donde la intimidad y la privacidad asumen nuevos papeles en donde la persona entrega gustosamente ese derecho con el fin de participar del mundo de la virtualidad social. Toffler plantea claramente, en su concepto de la tercera ola lo que ocurriendo cuando señala que se estan introduciendo cambios sustanciales en nuestra sociedad... no un hombre nuevo, sino un carácter social nuevo.
De allí que podamos hablar de la emergencia de una nueva noción de humanidad que se encuentra interconectada con y a través de la pantalla de un ordenador.

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