FIN DE LA SOLEDAD Y DEL ANONIMATO I.-

Como parte de ese transitar por la web que es usual en estos tiempos me tropecé con un interesante artículo del autor William Deresiewicz, que es reproducido por otros blogueros más experimentados que yo, quienes gustan de comentar lo que ocurre en el mundo real y en el virtual.
Deresiewicz brinda interpretación a una de las polémicas a las que se enfrenta la web y las consiguientes nuevas relaciones que genera, como ámbito en donde la subjetividad, la intersubjetividad y la relación social asumen nuevas connotaciones a partir de lo que Maffesoli llama nuevos agenciamientos colectivos. Destaco de este artículo la cita que hace el autor de las palabras del crítico literario estadounidense Lionel Trilling, según lo cual si la propiedad que nos conecta con nuestro ser, en el Romanticismo, fue la sinceridad, y en el modernismo la autenticidad, entonces en el postmodernismo es la visibilidad. De allí que esta idea acompaña como encabezado este blog y abre la oportunidad para reflexionar con respecto a la soledad y su transformación en el contexto de la internet, sobre todo ante la emergencia de las redes sociales y los blogs.
Me gustaría comenzar partiendo la soledad como un sentimiento rígido y austero relacionado con introspección, sabiduría y crecimiento personal. Este concepto nace y se mantienen hasta nuestros días señalando el espacio para el encuentro con esas fuerzas que algunos llamamos Dios, otros Jehová o Buda y que van más allá de la comprensión humana.
Así, la soledad desde su génesis se relaciona con el paradigma monástico propio de los primeros siglos de la era cristiana y es indudablemente asumido como el ámbito del encuentro del hombre con la divinidad durante siglos. Ya para la reforma religiosa del siglo XVI esa concurrencia del ser y su creador se transmuta en una circunstancia íntima y personal centrada en la introspección, aislando al ser de la deidad. El dialogo celestial se vuelve autoexamen y por ende, se construye un escenario en donde el yo se hace traslúcido, sincero e incapaz del engaño ante la presencia de la mirada divina vigilante.
A partir de allí la modernidad refuerza la idea primaria de confinamiento y austeridad de la mano de la teoría de la personalidad, puesto que da vida a un concepto de soledad severo, contradictorio y aislante. Con ello queda enfrentado el ser a un entorno rudo y opresor que obliga al alma a recluirse dentro de sí misma. Esta relación esencial ocurre entre el ser consigo mismo y lleva a la auto afirmación, el autodescubrimiento y la interioridad. De allí que Trilling hable de la era de la autenticidad, pues es imposible que el yo se esconda porque las ciencias lo legitiman y exponen ante sí mismo y los demás. Guardini refuerza esa idea al señalar que el hombre moderno está desalojado del centro del ser. Las ciencias intentan continuamente introducirle en categorías mecánicas, biológicas, psicológicas y sociológicas.
La tercera circunstancia señalada por el autor constituye un fenómeno social que ocurre hoy como resultado de era de la comunicación y la información. Esta es época donde la antigua alma solitaria busca notoriedad y reconocimiento. Se trata de un fenómeno mundial que nace a finales del siglo XX y que se caracteriza por la configuración de una mente social o interconectada que posee asidero en la idea de inexistencia de un espacio mental que no sea social. De esta manera, ese celebridad que busca el ser humano del siglo XXI tiene que ver el dominio exponencial del conocimiento que tiene hoy en día cada individuo y que nos convierte en hacedores de nuestro propio destino. Sensación que cierta o no, imprime en nuestro ánimo una seguridad que antes no existía a partir del desencanto ante las enarboladas grandes y objetivas verdades. Se acabaron los compromisos. De allí que cada quien puede hacer sus propias búsquedas e interpretar verdades y mentiras y que se instale la preeminencia de los proyectos personales sobre compromisos y creencias. Hay que vivir y experimentar, esa es la consigna.
Algunos hablan del tiempo del narcisismo, del egoísmo, de la autosatisfacción y hasta de la indiferencia. Sin embargo yo creo que este fenómeno va más allá, puesto que involucra a un individuo que ha estado callado durante demasiado tiempo, obedeciendo reglas y en constante vigilancia. Hoy el ser se atreve a equivocarse en público, a intentarlo de nuevo, a poner y quitar sus propias reglas. Experiencia que solo era permitida a los artistas y no al hombre común.
El caso es que todos queremos traspasar la pantalla, influir en ese desconocido que nos lee, nos ve y que nos reconoce. Y no hablo de una influencia meramente intelectual, sino también afectiva, dolorosa, jocosa y hasta intrascendente. Basta ver los nick de muchos cibernautas, sus comentarios y hasta las imágenes colocadas en las plataformas sociales que mucho dicen de los deseos profundos de sus usuarios. Hay quienes necesitan comunicar hasta sus más intrascendentes pensamientos y acciones. No por casualidad las estadísticas demuestran que el cibernauta hoy abre primero el facebook antes que el messenger para descontento de google.
Si damos un paseo por la plataforma bloguera encontramos un escenario a la par de complejo. En busca del mismo reconocimiento, cada día surgen nuevos blog de diversos tipos: personales, fotoblogs, temáticos, de viaje y por mil otras razones. Todos emergiendo de la necesidad del ser humano por comunicar, por experimentar, por exorcizar los miedos y la soledad.
Una nueva privacidad pública y notoria. Una nueva soledad acompañada. La notoriedad se convierte en el norte, aunque sea a costa de nosotros mismos.

Comentarios

  1. Buen post, al leerlo floto de entre mis recuerdos un comentario que escuche tiempo atras, algo como: "todos quieren ser famosos", y actualmente existen mas oportunidades de alcanzar esto. Por otro lado y para ayudar a la población internauta, debo acotar que el Messenger (windows live messenger) pertenece a Microsoft y no a Google, pero reafirmo que el uso del messenger ha decaido ante el Facebook, al menos en Venezuela.

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