Mundo detenido. Mundo vivido.


Dos mil doce, trece, catorce y quince sin escribir.
No se trata de contar, no se trata de enunciar, no se trata de lamentar. Se trata de celebrar un tiempo que va hacia atras por mas de siete años y que se profundiza estos últimos dos en donde la vida puso a prueba mis fuerzas ante las decisiones, separaciones y encuentros que mis hijas pusieron en mi camino. Y un cuerpo que gritó en demanda de una atención que yo no deseaba oir.
Durante esos ocho años mis hijas, centro de mi vida simplemente vivieron y yo con ellas. Vivir que se hizo unidad en mi hija mayor quien me regalo un poquito de esa vida al compartir día a día con ella, sus hermosas hijas, mis nietas y su esposo, hasta que hace menos de quince lunas abrio sus alas para volar. Quizas, otra persona pudiera decir que ante la actual soledad, se abre la verdadera dimensión de la oportunidad vivida; yo no, porque atesore cada momento, cada abrazo, cada beso, cada canción, cada mimo en la seguridad que tarde o temprano la distancia emergería. Fatalismo, no. Solo que la vida fluye a pesar que la queramos detener. La vida avanza a pesar de mil obstáculos que queramos colocar. La vida se cuela a pesar de toda la preocupación que pongamos en tapar o ignorar los caminos que se abren. De alli, que esa es la maravillosa escusa que me di para detener proyectos personales para vivir el proyecto mayor, amar.
Hoy luego de este periodo me veo en la necesidad de retomar ansias, deseos y sobretodo ganas, tratando de conjurar la distancia, la soledad y el encierro que ahogan el alma. Hoy retomo mi escritura como ejercicio que sana y abriga. No con aspiraciones vanas de lograr el éxito o reconocimiento alguno, sino como bálsamo y alivio que me permita sortear lo que queda, y lo que viene.
El mundo detenido y el mundo vivido comienzan a comunicarse después de un tiempo pero ahora dando espacio a la esperanza de la soledad amainada, la noche interminable y la madrugada que habla a través de un celular saludando el día, la pantalla que muestra la sonrisa infantil que crece sin descanso o la esperanza de nuevos regalos de la mano de mi hija menor quien representa hoy mi puerto y mi ancla.
Saludo a este nuevo mundo que me alcanza y deseo abarcar como señal que queda mucho por vivir y por amar. Ojala Dios me ayude.

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