Un 4 de junio de hace tanto tiempo




Hace ya bastante tiempo comencé un ejercicio interno para detener escenas, sentimientos y eventos. Quizás tenia diez u once años y me recuerdo en las piernas de mi abuelo, Hector Ortega Lima, tratando de no perder detalle de la situación, avida cuenta que ya era de mi conocimiento que mi "viejo" estaba enfermo. Mi mente no comprendía todavía la magnitud de la situación pero si intuía que este momento junto a su corazón, abrazándo y queriéndo estaban por terminar. Veía a mi hermano Hector, jugando a sus pies, tranquilo, sin prisas y no entendia porque mi corazón y mi mente hacia esfuerzos por retener palabras, sonidos, colores y sentidos que sabia que iba a necesitar en un futuro próximo. Todo cobró sentido meses mas tarde al irse mi abuelo al oncologico Razzeti y luego morir un 4 de junio de hace 48 años.
Nunca en todos estos años he hablado en profundidad de este hombre, apenas quizás alguna referencia al voleo. Hoy, dia en que lo recuerdo quiero celebrar su vida y no conmemorar su muerte.
Era un gigante pues recuerdo sus manos inmensas y sus hombros cual muralla que me protegían de todo. Añoraba verlo llegar el viernes en su carro junto a mi abuela para buscarnos a Hector, mi hermano y a mi para pasar el fin de semana en la casona de San Bernardino donde nací. Esperaba con impaciencia en la ventana la compra que traía del mercado el sábado muy de mañana: fruta, confites y la jalea de mango que mi abuela escondía y que el rescataba del lugar avaricioso de mi abuela. Brincaba a sus brazos en franca competencia con mi hermano, quien mas pequeño siempre llegaba después, pero que siempre también tenia asilo en esos brazos interminables.
Hombre recio, fuerte hasta la terquedad, camino
Venezuela entera, haciendo lo que hoy no hace nadie, luchando por cada metro de tierra venezolana que está en peligro. Fundó pueblos, recuperó tierras invadidas por otros paises, delimito fronteras, se enfrentó al poder sin miedo, sufrio carcel y tortura en la Rotunda, lugar en donde vio como su hermano mayor entregó la vida poco a poco. Fue un exiliado que no vio nacer a sus hijos y no pudo estar para enterrar a su hija mayor muerta siendo bebe. Logro unirse a su familia luego de muchos años siendo mi padre un joven que apenas dejaba la pubertad.
Escribió, leyo y luchó toda su vida dejando como legado de su familia la honestidad y el trabajo con la que el mismo creció a la vera de su madre y hermanos.
Con sus dos unicos nietos para aquel entonces, toda su fortaleza se transformaba en ternura y consentimiento. Recuerdo su escritorio, su máquina de escribir negra y lustrosa, su cuarto lleno de sol mañanero, sus libros y papeles regados por todo el cuarto.
Años mas tarde al ver a mi hermano amoroso con sus hijos recordaba escenas ya vistas, vividas con mi abuelo. Deja vu que presagiaba un mismo destino a manos del cancer de estos dos seres entrañablemente parecidos.
Sirva esta pequeña nota para agitar los bellos recuerdos que intenté tatuar en mi alma aquella tarde en la sala familiar. Sirva también para convocar su amor infinito por el hogar, la familia y sobretodo por los nietos de ayer, los de hoy y los que vendrán.
Siempre en mi recuerdo,  Hector Ortega Lima.

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