DÍA DE LAS MADRES: HUELLAS Y SONIDOS QUE TEJEN RECUERDOS.






Había una vez un rey, había una vez un rey, muriendo de tristeza,
por no poder tener los besos y el querer de una linda princesa
 y un lindo ruiseñor y un lindo ruiseñor que todas las mañanas;
cantaba una canción cantaba una canción al pie de su ventana.
Ruiseñor, ruiseñor de mi amor, que vienes cada mañana hasta el pie de mi ventana a alegrar mi corazón;
ruiseñor, ruiseñor de mi amor anda y dile que la quiero que por ella yo me muerto que es mi única ilusión.


Una voz y un recuerdo  impreso en mi alma. La voz de mi madre joven y alegre, limpiando y haciendo mil tareas en fin de semana. Haciendo de la noche día en el poco tiempo que le dejaba su trabajo. Una voz que me acompaña a dormir en mi niñez. Una voz que me lee el Doctor Zhivago alimentando la pasión que hoy vuelta ímpetu llena mi vida. Una voz que emulando a Sarita Montiel da vida a la Violetera o al Último Cuplé.
Una voz atrapada en el tiempo.
Una mano que me llevo a conocer el mar, que a pasar de los obstáculos abrió mis ojos a otros horizontes fuera de las paredes del hogar. Que con valentía me mostró lo que es el amor fraterno, la familia ampliada y la aventura.
Una mano trabajadora que al igual que tecleaba a velocidad infinitesimal su máquina de escribir, tomaba una o dos agujas para tejer a fin de quitar el frío, adornar una mesa y, sobretodo, proteger a un bebé.
Un sabor a torta de piña, a arepitas fritas, a caraotas azucaradas y refritas con queso, a ensalada de gallina que como complicidad compartí con mi hermano. Una mano donde los sabores se deslizaban  con maestría obedeciendo los más mínimos caprichos del paladar.
Un corazón abierto que me permitió hacer ensayos de madre desde muy pequeña con mis hermosas hermanas. Un ayúdame aquí, dale con este aceitico, que me permitieron luego compartir con ella, años después, a mis propios retoños, consolidando así nuestra complicidad. Gracias doy por ello a mi madre. Ese complot de dos que a pasar del tiempo están grabados en el alma y me permiten seguir con solo mirar atrás. Con esas  señales comencé mi propia andanza; con lo aprendido, con lo olvidado, con los aciertos y equivocaciones.

Hoy, ella sin su pareja, mi padre, sigue a mi lado envejeciendo juntas. Sola y a veces, incomprendida. Sola y a veces, equivocada. Convocando recuerdos y ángeles con su rosario. Viviendo la vida que le traen los hijos y los nietos a su sala. Ella, todavía tratando de aprender, nosotros de sobrellevar y querer a pesar de ella misma.
El tiempo es un terrible verdugo, que debemos exorcizar pues de lo contario nos hace malas pasadas, por eso creo que convocando las huellas que el amor materno va marcando en nuestra alma, podemos afrontar cualquier herida y cualquier reto.
Gracias Teresa, por ayudarme a construir mi propia maternidad, mi propia vida, mis propias huellas en dos maravillosas mujeres. Ojala ese legado permita que mis huellas y las suyas sobrevivan el tiempo en el alma de las nuevas y las futuras madres de este nuestro linaje: Ana, Denise, Matete, Mariana e Izzie. 

Comentarios

  1. Hola buen día, muy lindas palabras.

    Una pregunta. ¿Sabe usted de donde viene la letra de esa canción? la del ruiseñor.

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  2. quien canta el bolero de esa letra que puso?

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  3. Sara montiel..bello escrito. Mi madre tambien me la cantaba y se la canto yo a mis hijos

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