Elegía por Héctor Roberto, mi cascarrabias y juguetón padre.

Papi no puedo amarrarlos ….Una lazada, otra lazada, una vuelta y halar. Una lazada, otra lazada, una vuelta y halar…. Y así infinitas veces sentada en sus piernas, hasta que pude anudarme los zapatos.

¡No me acuerdo el nombre! …. A ver vamos a buscarlo-decía. AAAAAAA, BBBBBB, CCCCC y así todo el abecedario hasta que como por arte de magia la mente se organizaba y el nombre surgía.
Papi no me aprendo Carabobo 1821 …. Suma o resta para que lo recuerdes. 1+8=9 y el otro 2+1=3. Viste-me decía- un 9 y un 3 facilito.
Límpiame los zapatos con tu cepillito papi … Tu puedes hacerlo. Primero le quitas el polvo, luego con esta esponjita le echas la crema, esperas que se seque y luego lo pules con este cepillo. Cuidado te equivocas de cepillo. Este es para los zapatos marrones y este para los negros

Solo hoy, un día después de verlo partir el corazón lloroso deja un resquicio para recordar todo lo que viví junto a este ser excepcional que marco mi vida de una manera trascendente con su inteligencia aguda y veloz, su humor culto y tonto, su severidad protectora y su amor infinito por la familia.

Son muchas las cosas que puedo decir del tránsito por este mundo de ese ser humano a quien tuve el privilegio de tener como padre: Héctor Roberto Ortega Álvarez. Pendiente de todo y de todos, jugó papel primordial como protector de nuestra familia, como eje fundante alrededor del cual giraba nuestra cotidianeidad. Sus pasos empantuflados suenan en mis oídos apagando luces y abriendo puertas en las madrugadas y, cerrando puertas y revisando todo en las noches. Su carácter firme y amoroso llenó mi infancia de la seguridad y atención necesaria. Siempre presente fue mi chofer diario a la escuela, fue mi enciclopedia particular, fue mi calculadora portátil. Ya adulta leyó todas mis tesis y tuve el honor que fuera mi corrector, a pesar que en la última oportunidad con los ojos llenos de lágrimas me dijo- Hija ¿Como yo le voy a corregir a una doctora? – . Sin embargo, si corrigió y bastante. En este proceso me llamaba por teléfono en varias oportunidades para decirme a carcajada limpia, esa palabrota no la encuentro o esa palabra no existe, mija.
No importando las dificultades se aseguró que mi educación y la de mis hermanos fuera la mejor. Formó un hogar junto a su inseparable compañera Teresa, mi madre, en donde sin lujos no faltó nada para que sus cuatro hijos creciéramos sanos y felices. Juntos lucharon durante mucho tiempo para darnos un techo propio. Es ya adultos sus hijos que este hombre comienza a dar a conocer su sueño de que todos vivamos juntos. Esa cercanía de padre protector se hizo realidad y logró ver a todos sus hijos encaminados y vecinos en nuestro pequeño mundo: La Rosaleda.

Maniático del orden construyó un espacio lleno de ritos y coordenadas a su alrededor. El baño, la comida, la lectura y todos sus días estaban perfectamente organizados. El cepillo, la pasta, su reloj, sus linternas, el control y mil artefactos más estaban ubicados en un lugar específico y de una manera determinada. De allí que expresara desacuerdos y molestias ante lo que él consideraba una intromisión en sus cosas. Mundo de certezas y seguridad que acompañó a nuestro cascarrabias hasta sus últimos días y que hoy se erigen en hitos que nos detienen y hacen recordar.
Fue un padre maravilloso, pero aún fue mejor abuelo. Siempre tuvo una especial relación con sus nietos: Matete, Mariana, Rolando, Héctor, Leonardo, Gustavo y Miguel. Sin embargo, fue el abuelo-padre que requirieron Rolando y Miguel a quienes cobijo amoroso en su corazón y en su casa, queriendo y acompañando a mis jóvenes hermanas en su crianza. Luego como bisabuelo disfrutó de los besos de su Izzie, bailó con ella y compartieron risas y juegos.
Humorista nato poseía la mente rápida y la expresión precisa para cada acontecimiento. Sus chistes tontos y de doble interpretación se hicieron famosos. No faltaba un día de los inocentes que no nos embromara desde muy temprano. Nos engañaba con sus máscaras de seriedad para después reír a carcajadas ante nuestro desconsuelo luego de haber sido entrampados y caer por inocentes. Parte de su jocoso hacer era infaltable en cada cumpleaños: su peine cantarín. Esas notas chillonas nos acompañaron en cada celebración y dejan un vacío inmenso en nuestras almas. En las reuniones no podía dejar de bailar su boogie-boogie dejándonos cansadas y él fresquísimo.
Trabajador incansable es recordado por sus compañeros y subordinados como un hombre recto y honesto. Siempre nos inculcó la idea de las manos limpias en el ejercicio profesional y fue crítico tenaz de la corrupción que campea en todos los ámbitos de nuestra vida. Su trabajo y competencia le permitió salir adelante y lograr lo que se propuso. Asimismo, fue el analista político de nuestro hogar, sus críticas certeras y mordaces sobre el acontecer nacional e internacional nos enseñaron el compromiso que como ciudadanos debemos asumir. Estoy segura que el recuerdo que gravitará siempre en nuestra mente es su imagen leyendo y comentando su Nuevo País y la Zeta o viendo Aló Ciudadano, signos ambos de su preocupación por nuestra adolorida patria.



Mil anécdotas asaltan mi corazón para lo cual este momento no alcanza para expresar. Mi alma ríe y llora a la vez. Estos dos sentimientos no pueden separarse al hablar de mi padre porque cada rabieta, cada manía viene acompañada de una ocurrencia, de un chiste. Dualidad entre el eterno cascarrabias y el alegre juguetón que me acompañará hasta que mis días terminen.
En la certeza que mis tres Héctor mis tres anclas, mi abuelo, mi hermano y ahora mi padre, están juntos en el cielo, solo le pido a Dios que permita que mi bello padre siga iluminando con su linterna nuestro camino y cuidándonos del peligro.
¡La bendición papi!

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